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Olmos, soldados castellanos

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¿Desaparecerá el olmo de los campos de Castilla?.

Desde los viñedos del norte a los cereales del sur, hasta la segunda mitad del siglo pasado, la llanura castellana era el territorio del olmo. Los olmos aparecían ante nuestra vista de cuando en cuando delineando paisajes y horizontes con su espesura verde. Unas veces surgían espontáneos junto a riachuelos, huertos o vegas, otras agrupados en pequeños bosques, y en ocasiones se plantaban delimitando senderos o caminos, mostrando entonces su lado más elegante y señorial. Esta última disposición solía indicar la cercanía de algún pueblo. Porque olmos y pueblos llevan viviendo en maridaje desde los primeros tiempos de Castilla.

Con su denominación más extendida “olmo” o con la de “álamo negro” “negrillo” o “chopo” que son distintas formas por las que se le conoce, la historia de los castellanos ha discurrido en paralelo a la de su árbol milenario. Ya desde los romanos se venía empleando la madera resistente del “ulmus” en la construcción de vigas, puertas y pilares. Castilla y sus castillos tienen alma de olmo. Por su sombra amplia y tupida era escogido para adornar plazas y paseos dando cobijo a mercaderes y juglares. Partió con los primeros castellanos hacia la conquista del nuevo mundo y su resistente madera se hizo imprescindible en la construcción de navíos. Sus hojas alimentaron al ganado y sus ramas fueron sustento firme para las vides. El olmo fue además la especie escogida como ornamento en palacios y residencias reales durante el siglo de oro. Según fue extendiéndose el uso de metales, plásticos y otros materiales, el olmo dejó de ser necesario y cuando los castellanos emigraron en busca de mejores condiciones de vida, muchos olmos desaparecieron de los campos y enfermaron de grafiosis hasta llegar a pensarse en su desaparición.

Pero el olmo nunca abandonó las tierras castellanas porque forma parte de Castilla, de su paisaje, su historia y sus tradiciones. Está presente en la toponimia y son decenas los pueblos que lo llevan en su nombre: Alamedilla del berrocal, S. Juan del Olmo, Olmosalbos, Olmos de Pisuerga, La alamedilla, Quintanilla del olmo, Olmedo etc. Al igual que hay castellanos ilustres, hay olmos ilustres, como el olmo seco de Soria que inspiró uno de los poemas más conocidos de Antonio Machado, el de Santa Cecilia de La Granja de San Ildefonso que fue el más grueso y uno de los más longevos del mundo gracias a los cuidados de sus dueños, los Condes de San Jorge o el famoso olmo de Miraflores recogido en los versos de Aleixandre. Y entre las tradiciones religiosas, no podemos olvidar la advocación mariana de Casa de Uceda en Guadalajara. Allí, cada segundo domingo de agosto, sube La Virgen de los Olmos en procesión desde su ermita ribereña y el pueblo se engalana para disfrutar de fiestas y bailes en honor a su patrona. Los esfuerzos por proteger los ejemplares sanos que aún conservamos y los cuidados en la implantación de nuevos, han ido aumentando en los últimos años, lo que permite tener una cierta esperanza en la recuperación de una especie que es parte intrínseca del paisaje y del carácter castellanos.