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Lavaderos de pueblo

Lavaderos de pueblo
Solía decirse que no hay pueblo sin iglesia, fuente y lavadero. Sin embargo, éstos últimos han ido perdiéndose a lo largo de los años y los pocos que iban quedando más parecían contenedores para muebles viejos o escombreras abandonadas. En las últimas décadas, el empeño de Ayuntamientos y Diputaciones ha hecho resurgir algunos de estos elementos de arquitectura popular que, además de embellecer muchos rincones, recuerdan formas de vida, aunque no tan lejanas, ya casi olvidadas.

Lugares de encuentro y confidencias
Surge el lavadero cuando aún no existía, ni se pensaba, el agua corriente en las casas, (aún menos la lavadora y los detergentes), y servía para facilitar a las mujeres el lavado de la ropa aprovechando el discurrir del agua de fuentes y arroyos. Dos piscinas o pozas con una techumbre sencilla eran suficientes para reunir a las mujeres en una labor que les servía, además, como encuentro y distracción. No en vano pasaban horas dedicadas a estas faenas. Cuando uno pasea por estos pilones, piensa inevitablemente en las confidencias, conversaciones y noticias de las que serán testigo las piedras, casi siempre desgastadas, de sus paredes. Así ha quedado reflejado en muchas obras literarias que demuestran la importancia que tenían en los pueblos estos espacios:

A medio torcer los paños
Quise, atrevido Frondoso
para no dar qué decir,
desviarme del arroyo;
decir a tus demasías
que murmura el pueblo todo,
que me miras y te miro,
 y todos nos traen sobre ojo

Lope de Vega. Fuenteovejuna

A la entrada de Torija, unas mujeres cantan mientras lavan ropa. Al ver pasar el carro, paran un momento en la faena y dicen adiós con alegría, sonriendo

Camilo José Cela. Viaje a La Alcarria

torija-fuente-lavadero

Pero, tertulias aparte, lavar la ropa a mano era una tarea dura que implicaba pasar frío en invierno y calor en verano. En invierno, el agua casi helada congelaba unas manos que a menudo sufrían de sabañones. En verano, las mujeres cargaban con cestos llenos de ropa a pleno sol, normalmente por cuestas y pendientes, pues el lavadero solía situarse en las zonas bajas aprovechando así las corrientes de agua. Era bastante común utilizar un jabón casero a base de sosa bastante agresivo para la piel y el proceso de lavado duraba tres días, pues se realizaba en distintas fases de mojado, aclarado y secado. Era muy importante mantener el orden para no impregnar el agua de la poza de aclarado con jabón y suciedad. Una alcozareña, recuerda con detalle (www.alcozar.net) como se realizaba esta faena, entonces cotidiana.

Vente, rapasa
vente, miniña,
vente a lavar
no pilón da fontiña

Rosalía de Castro. Cantares Gallegos

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Lavadero y mural en el interior del lavadero de Mainar, Zaragoza

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1 comentario

  1. marimer

    #1 marimer 04-08-2012 10:12
    Muy interesante. Llama la tención conservar tantos lavaderos en España, despues de las barbaridades que se han hecho.