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La veleta de Cádiz

La veleta de Cádiz

Hay veces que me pregunto de donde me viene esta afición, vieja ya, por las Sierras, a mí, que he nacido en pleno Valle del Guadalquivir. En el centro de esa ciudad maravillosa llamada Sevilla. Supongo que será para encontrar un equilibrio entre lo horizontal y lo vertical. Entre la verticalidad de la arquitectura urbana y la otra verticalidad, donde la mano del hombre no interviene y es la «naturaleza» la que actúa por su cuenta. Particularmente me quedo con la segunda, aunque hable de Sevilla, que es mucho hablar. Mi deseo no es otro que el de compartir sensaciones, paisajes, tradiciones, gastronomía, en una palabra: «Vivir el campo» con quien lea estas palabras. Os invito a una nueva excursión por el corazón de la Sierra de Cádiz; esta vez iremos a Villaluenga del Rosario.

Villaluenga se derrama

al pie de un macizo sobrecogedor

 

El pueblo más alto de la provincia
Villaluenga es «La veleta de Cádiz». El pueblo más alto de la provincia, más de 800 metros sobre el nivel del mar, y a la vez el más pequeño, algo más de 500 habitantes. Pero antes de entrar en él veamos cómo llegar. Existen varias rutas de acceso, pero os diré que, vayamos por donde vayamos, el paisaje es espectacular. Una referencia importante es Arcos de la Frontera. No es necesario cruzarlo, pero si tienes tiempo, visítalo. Continuamos dirección El Bosque – Benamahoma – Grazalema – Villaluenga del Rosario.

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Esta ruta es para «pasearla» despacio. Disfrutar de un paisaje serrano bellísimo, donde predomina: la encina, el alcornoque, el olivo, algunas repoblaciones de pinos, matorral mediterráneo y aves: perdices, torcaces, águilas y buitres leonados que, a partir del mediodía, merodean por el cielo en busca de sustento.

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El Bosque es la puerta de la Sierra de Cádiz. Benamahoma queda al margen de la carretera, tiene un manantial que alimenta una piscifactoría de truchas. Tiene la Fiesta de Moros y Cristianos más meridional de España. Grazalema, es el corazón de la serranía que le da nombre. Escondida bajo el Peñón Grande. Son famosas sus mantas de lana, fabricadas en viejos telares a la manera artesana. Sus tortillas de tagarninas son exquisitas. Subiremos al puerto del Alamillo y de ahí, bordeando enormes farallones de caliza, llegaremos a nuestro destino.

Contemplando el pueblo entenderemos su nombre. Villaluenga se derrama al pie de un macizo calizo sobrecogedor, la Sierra del Caíllo. Es una alargada mancha blanca en un paisaje grande y gris, salpicado de verde. Antes que yo fueron los bereberes los que se enamoraron del lugar, nada más llegar, va para XIII siglos. Don Rodrigo Ponce de León, en 1485 les arrebató la villa. Se rebelaron, pero no les sirvió de nada. Fueron expulsados aquellos que no se convirtieron. Tuvieron una actitud heroica con las tropas de Napoleón, que quemaron su primitiva Iglesia. No contentos con esto, al marcharse, saquearon y quemaron la población, como era su costumbre. Por sus calles paseó, entre otros bandoleros, el famoso José María el Tempranillo.

Esos tiempos, afortunadamente, pasaron y ahora Villaluenga se debate entre la paz de los días laborables y el ajetreo turístico de fin de semana. No excesivo, sino incluso agradable. Gracias a él podemos disfrutar de una gastronomía exquisita y popular. Pero antes, demos un paseo.

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Cuevas, paisajes de sierra y canto de ruiseñores
Villaluenga es muy deseada por los espeleólogos. Tiene más de 80 cuevas topografiadas. Frente al pueblo, a pocos metros, se encuentra la Cueva del Hundidero, muy profunda. Sólo apta, como todas las demás, para especialistas. La roca caliza, impermeable, se altera químicamente y se hace soluble al agua. Ésta la moldea con el tiempo y crea oquedades que llegan a convertirse en espacios enormes a veces. Las filtraciones de agua van depositando, poco a poco, carbonato cálcico que acaban en estalactitas al colgar.

Pero podemos pasear, andando o en bicicleta, por el sendero que parte de «La Albarrada», en las afueras. Una pista de fácil andadura, nos lleva a un lugar mágico: «Los Llanos del Republicano». Es un bosque de alcornoques y encinas, enclavado en un valle, que en primavera se cubre de manzanilla serrana, dándole al lugar un aspecto de cuento, donde pasea el corzo, el venado, el zorro, entre lentiscos, aulagas, romero y una enorme variedad de hierbas aromáticas y como fondo: el canto del jilguero, el chamarí, el verdón, la tórtola, la perdiz, la alondra, según la época del año y en el silencio de la noche: el ruiseñor, marcando su territorio a los intrusos. Si tienes la suerte de escucharlo, sin ningún otro sonido añadido, es algo verdaderamente emocionante.

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Este paseo puede llevarnos hasta cuatro horas de marcha. Aunque lo podemos acortar, dando la vuelta, cuando nos plazca y, como suelo decir cuando estoy ya cansado, «ver la otra cara del paisaje». A pocos metros, frente al pueblo, está la entrada a la Cueva del Hundidero, excavada de una forma natural en la roca gris. Impresiona. Un pozo muy profundo y poco explorado nos corta el paso. Fui con mi hijo, muy pequeño, y no lo aconsejo.

La mayor plaza de toros del mundo
Otro paseo, ahora por las calles del pueblo, nos llevará a la plaza principal, donde se ubica la Iglesia de San Miguel de principios de XVI. Calles luminosas, de casas encaladas, que se adornan con chimeneas de ciertas pretensiones artísticas, nos llevará, envueltos en un silencio que llega a intimidar un poco, a un lugar emblemático: La plaza de toros. Originalísima estructura poligonal, edificada sobre roca, donde cada año se lucen las primeras figuras del toreo. Hasta hace poco se decía que era la plaza de toros mayor del mundo, pues, al no tener graderío, los aficionados podían sentarse en los salientes de las rocas que rodea el lugar, toda una sierra. Un prodigioso y joven Alcalde está embelleciendo el pueblo, pero ha reducido la plaza al hacerle un graderío alrededor del ruedo. Muy original y valiente «el torilero», que cita al toro a cuerpo limpio para que salga a la plaza, jugándose literalmente la vida.

Una cómoda subida a la Ermita nos permitirá contemplar el pueblo casi a vista de pájaro. Creo que es hora de decidir dónde comer:

  • El Mesón «La Cancela»  (956 463 779) tiene una terraza desde donde podemos disfrutar de un paisaje de montaña, mientras Pedro nos sirve: cordero asado, rabo de toro, caza, guisos de la zona, sopa de Villaluenga, de espárragos, postres caseros, etc.
  • En el Mesón «La Velada»  (956 126 001) encontraremos buen cerdo ibérico, guisos populares, cordero y mucho más. Juani te atenderá con simpatía. También fabrican quesos payoyos.
  • Restaurante «Los Llanos» (956 126 118). Buena cocina, tortas de chicharrones, requesón de cabra y oveja, cordero, etc… Muy familiar
  • Pensión «Ana Mari»(956 460 043), ahora sólo sirven comidas caseras elaboradas con ingredientes de la zona.
  • También podremos comer en el Hotel «La Posada». (956126119).

Aconsejo no marcharse de aquí sin un queso payoyo. Cuando lo probéis sabréis por qué lo digo. Queso de cabra payoya.

FIESTAS

Feria del Queso Artesanal. A final del mes de Marzo.
Romería de la Divina Pastora, en Junio y en Honor a San Roque en Agosto.
Si puedes ven a sus Fiestas Patronales, dedicadas a la Virgen del Rosario. 1 y 2 de Octubre.
El Toro de Cuerda, en Agosto. Hay bailes en la Caseta Municipal.
Los payoyos, así es su toponímico, saben divertirse.

www.villaluengadelrosario.es

La vuelta a casa la haremos por una ruta distinta. Saldremos dirección Benaocaz – Ubrique. Esto nos hará pasar por la llamada «Manga de Villaluenga». Un paraje espectacular. La carretera discurre entre dos grandes paredes verticales, una formación kárstica muy avanzada que desemboca en un paisaje que nuestra vista no puede abarcar. Pasaremos junto a la calzada romana que atravesaba esta comarca. (Hablaremos con más detalle de esta calzada. Merece la pena verla de cerca). A nuestra derecha dejaremos Benaocaz, también de origen bereber, para bajar hasta Ubrique por una sinuosa y bonita carretera de montaña.

Y aquí nos despedimos por esta vez. Seguro que las fotografías dirán más que mis palabras, al fin y al cabo sólo soy un enamorado del prodigioso espectáculo que la naturaleza nos regala y poder vivir para contarlo.

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José Luis Marmolejo
Un sevillano en la sierra

4 Comentarios

  1. maria jose gomez

    #1 María José Gómez 11-07-2012 19:02
    Es un artículo precioso, conozco el pueblo y le recomiendo a los lectores que si tienen oportunidad que lo conozcan. A mí particularmente me gusta más en invierno cuando hay lirios y si tienen suerte a lo mejor nieva.

  2. Manuel

    #2 Manuel 01-08-2012 19:37
    Narrativa excelente, se vive el campo. En estos momentos de tribulación donde todo se reduce a un debe y un haber debemos tener en cuenta a D. Antonio Machado…»Sólo el necio confunde valor y precio». Esto es gratis.

  3. Helena

    #3 Helena 12-08-2012 11:34
    Es un recorrido precioso, merece la pena incluso en verano. Te sientes dentro de un paisaje impresionante de montañas, ríos y pueblos de un blanco brillante. Comimos en «Los llanos», buena comida, buen precio y buen trato.
    Villaluenga tiene algo que «engancha». Espero que llegue pronto el otoño para volver y ver la sierra con otro color.

  4. Winap

    #4 Winap 10-07-2014 13:16
    Hola!! Comares en la provincia de Málaga tambien tiene bastantes bastantes vistas jeje