La jara
La jara y el monte español
La jara (Cistus sp) es la planta más extendida del monte bajo en la península ibérica, donde forma masas compactas de espeso matorral. No es de extrañar que el vocablo castellano «Jara» derive del árabe sa´râ, (matorral) y es que esta planta es dominante, por no decir exclusiva del matorral en las zonas centro y sur, particularmente en vastas comarcas de los Montes de Toledo, Sierra Morena, y algunos montes de Extremadura, Guadarrama, Guadalajara y Ávila.
En su espesura se oculta la fauna de los montes ibéricos: el lince, el ciervo, el jabalí, el conejo y la liebre encuentran cobijo entre el matorral. De gran resistencia al calor y la sequedad, la jara prefiere suelos ácidos graníticos y pizarrosos con capacidad de drenaje, casi nunca se da en suelos calizos y cuando se cultiva suele usarse en lugares difíciles de regar o en pendientes pedregosas.
La jara es una planta leñosa, de hoja perenne y silvestre, aunque hoy en día se han desarrollado algunos híbridos muy apreciados en jardinería por sus flores. En general son arbustos que crecen entre 1 y 2 m de alto por otros tantos de ancho. Las hojas son simples, lanceoladas y se sitúan de forma opuesta sobre la rama; su color es verde pardo oscuro en el haz y gris blanquecino en el envés. Cuando llega la primavera, la jara se llena de grandes flores que dependiendo de la especie pueden ser blancas, rosas, o purpúreas. Los pétalos, que pueden llegar a medir 10 cm, tienen la apariencia de papel de seda arrugado y la corona en el centro está llena de estambres que producen una enorme cantidad de polen, y atraen numerosos insectos. Las flores solo duran una jornada, pero la floración es continua, regular y muy abundante lo que hace que los montes permanezcan durante varias semanas cubiertos por vistosas manchas monocolor.
Los frutos tienen forma de cápsula y se abren permitiendo que salgan numerosas semillas que están contenidas en varias cavidades. La madera es muy dura por lo que se ha utilizado tradicionalmente para fabricar utensilios resistentes al desgaste como los bolillos de bordar y también para leña y carbón vegetal.
La flor de la jara viste nuestros montes
Es la Jara del Ládano (Cistus ladanifer) la predominante en nuestros montes. También llamada jara pringosa, esta especie se caracteriza por sus grandes flores siempre blancas y por tener sus largas y estrechas hojas impregnadas de ládano, (de dónde le viene el nombre). El ládano es una resina de fuerte olor y muy pegajosa que se adhiere con mucha facilidad a la piel y a la ropa. Antiguamente el ládano tenía un uso medicinal muy amplio, pues eran muy valoradas sus propiedades sedantes del sistema nervioso y antitusivas. Hoy en día se sigue utilizando en perfumería como fijador de aromas por su similitud con el ámbar.
Una golosina muy natural
Especialmente llamativa es la «mangla», también llamada maná de España. La mangla es un exudado azucarado que aparece irregularmente en los tallos y que durante generaciones ha sido golosina para los niños en las zonas rurales, empleándose también como base para hacer caramelos contra la tos. En algunos pueblos lo llamaban miel de la jara y con ella elaboraban algunos dulces como los buñuelos.
Usos, nombres y tradiciones.
La jara forma parte de la vida rural y hay topónimos que así lo atestiguan como la propia comarca de La Jara, entre Toledo y Cáceres o la gran cantidad de pueblos que la llevan en su nombre como Jarandilla de la Vera (Cáceres), Villanueva de la Jara (Cuenca), Martín de la Jara (Sevilla etc..). La jara se ha convertido también en protagonista y reclamo turístico en algunas fiestas como la de la jara en flor de Valencia del Monbuey o el día de la jara en la comarca de La Siberia (Badajoz).
El área de extensión de la jara del ládano coincide con la de la encina, siempre que ésta no se desarrolle en suelos calizos, ocupando las zonas soleadas que ésta deja libres. Sol y fuego, pues la jara se vale de éste para la propagación y arraigo de sus semillas que se alimentan con los nutrientes de las cenizas una vez abiertas las cápsulas por el efecto de las llamas. El desarrollo de la planta favorece además que surjan en terrenos pobres otras especies como la propia encina al sujetar y enriquecer el terreno.
En la serranía de Ronda se da una subespecie denominada Cistus ladanifer africana que presenta un rabillo característico en las hojas y que es la que se da también en los montes mediterráneos de Marruecos y Argelia.
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«La Jara»
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
Flor de la jara, que hoy floreces
blanca, estrellada de carmín,
a la mañana, ¡cuántas veces
te he recordado en mi jardín!
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
¡Eras la gracia y la armonía,
eras la paz y la canción,
lo que llenaba de alegría
la soledad del corazón!
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
Hoy que apareces, Blanca, para
llevarme al cielo que perdí,
¡oh, Blanca! ¡oh, luz, flor de la jara!
¡di que eres toda para mí!
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
Juan Ramón Jiménez
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#1 Mario Cavaradossi 04-04-2014 01:32
Jara de toda la vida, para cobijar la fauna no solo animal, para endulzar caramelos, para pintar paisajes de monte interior o para perderse como El marqués de Sotoancho en su Jaralera.
#2 Ana 28-08-2019 00:18
Mi adorable poeta, Juan Ramón Giménez. Me encanta el poema y él.