Jardines de Montpensier, memoria de Sanlúcar de Barrameda
En la histórica ciudad de Sanlúcar de Barrameda, al norte de Cádiz, escondido en la barranca natural que separa el barrio alto del barrio bajo, se encuentra el Jardín del Palacio de Montpensier. De estilo paisajista, oculto y desconocido incluso por muchos sanluqueños, sigue manteniendo el carácter romántico y exquisito que quisieron plasmar en él Don Antonio de Orleans y Doña Mª Luisa Fernanda de Borbón (hermana de la Reina Isabel II).
Fue en la segunda mitad del XIX cuando los duques de Montpensier, que ya se habían establecido en Sevilla, escogieron Sanlúcar de Barrameda como residencia de verano convirtiendo esta ciudad en la “San Sebastián del Sur”.
Los poco convencionales criterios arquitectónicos del Duque, quien quiso construirse en Sanlúcar un palacio a su capricho, mezclando estilos de distintas épocas y lugares, le inclinaron a ocultar su obra tras un alto muro, que hoy en día se mantiene tal cual lo ideo D. Antonio. Esta tapia dota a los jardines de su aspecto íntimo y recogido, sin renunciar por ello a las vistas extraordinarias sobre el Coto de Doñana y la desembocadura del Guadalquivir que se disfrutan gracias a la inclinación natural del terreno por la parte posterior del palacio.
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Huyendo de formalismos
Los diseños los realizó el jardinero francés Lecolant, el mismo que se había encargado de los de San Telmo en Sevilla, hoy Parque de Mª Luisa. Comenzó por el jardín posterior, donde además de un estanque, colocó más de una veintena de arriates de forma y tamaño irregular, bordeados por caminos que invitan al paseo y permiten disfrutar de la enorme variedad de especies que hay en el jardín. Tres o cuatro fuentes rodeadas de bancos y algún merendero salpicado por toda la superficie constituyen una ornamentación, en la que, junto al ladrillo árabe y los elementos de forja, conviven elementos propios de la zona como la piedra ostionera, muy común en toda la provincia de Cádiz. No faltan piezas de cerámica, algunas originales de la fábrica sevillana de Pickman y otras más modernas que se han ido incorporando en las diversas restauraciones, tanto del palacio (hoy sede del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda), como de los jardines. La flor de lis, emblema del Duque predomina en el enverjado, la azulejería y en otros elementos arquitectónicos.
Ya a principios del XIX y con el patrocinio de Manuel de Godoy, quien sentía predilección por la ciudad hasta el punto de llegar a inventar una extensa Provincia de Sanlúcar, se había creado un jardín botánico para aclimatación de especies traídas de América, África y Asia. Sin duda, la climatología ayudo a la realización de un proyecto que contó con la colaboración de agrónomos y botánicos muy reconocidos en la época como Simón de Rojas o Esteban de Boutelou, jardinero mayor del jardín de Aranjuez, en Madrid. El botánico tal cual se concibió, tuvo una vida corta, pues desapareció con la caída de Godoy, pero unas décadas más tarde, Lecolant pudo sacar provecho de la experimentación llevada a cabo (se habían plantado más de 96.000 semillas) utilizando bastantes ejemplares de estas especies. Con ello, el diseño del jardín de Montpensier resultó exuberante y muy espontáneo, encontrándose en él árboles exóticos de gran tamaño junto a especies autóctonas que producen la sensación de haber crecido de forma natural.
Tras una dudosa restauración llevada a cabo a final de los ochenta, en la que se eliminaron los arbustos y otras especies de tamaño medio, el jardín de Montpensier ha vuelto a recuperar su espíritu original, romántico y exuberante.
El alma del jardín, su jardinero
José Antonio Márquez lleva más de veinte años trabajando en este jardín y a él le debemos el aspecto que presenta hoy en día. Aunque parezca sorprendente, José Antonio, es el único jardinero que se ocupa y se preocupa de un espacio grande en dimensiones e inmenso en variedad de especies; sólo cuenta con la ayuda esporádica de grupos de chavales en talleres o prácticas por estudios. “No me canso— dice —a pesar de la dureza de los inviernos, fríos y húmedos, me compensa. Espero terminar mi vida laboral aquí”. Y se nota el cariño que pone en su trabajo. La recuperación de arbustos originarios e incorporación de nuevos para restaurar la tipología de jardín paisajista y romántico ha sido uno de sus principales objetivos y con ello ha conseguido crear el efecto de un espacio natural, masificado, un jardín sin tocar en el que, de nuevo, hay que adentrarse en caminos y rincones para poder contemplar las numerosas especies que se desarrollan en él. Para José Antonio, el clima es un elemento esencial en este espacio, mimado, como los vinos de esta tierra, por las suaves brisas atlánticas.
Entre los árboles de gran tamaño, predominan los ficus y aunque los hay de diferentes tipos, son especialmente llamativos por su envergadura los que están situados en la barranca del jardín posterior. Parte de las raíces sobresalen del terreno asemejando imponentes garras de ave. Entre las especies plantadas en los primeros tiempos, destaca el grupo de dragos (el más numeroso de Europa). A pesar de ser originarios de tierras desérticas, han permanecido en este lugar por más de 150 años, siendo una de las especies mejor adaptadas. Su aspecto prehistórico, las altas y densas copas y los troncos de aspecto arcaico, los sitúan entre el grupo de árboles que más admiración causa del jardín.
El pino canario, una de las pocas coníferas que es capaz de brotar después de un incendio debido a su desarrollo en tierras volcánicas, los laureles, cipreses, plátanos y palmeras están también presentes en la parte posterior, proporcionando a todo el espacio una sombra espesa que hace que la temperatura dentro del jardín sea seis grados inferior al exterior del mismo, tanto en invierno como en verano. Cerca de la entrada posterior por la calle Almonte, se plantaron hace unos quince años algunos ejemplares de palo borracho (chorisia), un árbol tropical de origen africano y caribeño que ya está implantado en todo el mundo y que alcanza gran altura; bajo sus copas destaca un túnel compuesto por Cercis siliquastrum, conocido como árbol del amor por la forma acorazonada de sus hojas.
Historia y naturaleza en el corazón de Sanlúcar
La alberca está situada en la parte alta y más llana y a su alrededor hay numerosas plantas aromáticas como lavanda, romero, saúco, menta, algunos árboles medianos entre los que destacan los sauces, un algarrobo y mandarinos. De la alberca parte el único camino recto que tiene el jardín, del que surgen todos los senderos serpenteantes que recorren el resto de la superficie. Un azulejo colocado en la última restauración indica que nos encontramos en el paseo de los naranjos, y es que esta especie bordea todo el camino, impregnándolo en primavera de un aroma de azahar embriagador. Y es que, como dice José Antonio, el jardín de Montpensier es un jardín de los cinco sentidos. La gran variedad de plantas que crecen en él, le proporcionan flor, aroma, fruto y color en todas las estaciones.
Las calas, el jazmín de la China, la flor de azahar, el agapanto, el ave del paraíso (estrelicia) o la celestina aportan el colorido y los aromas más intensos, pero la reina del jardín es la enorme glicinia que crece solitaria frente a la galería sur del palacio reflejándose en las cristaleras de la única fachada de estilo clásico que tiene el edificio.
A excepción de caminos, escalerillas y senderos, toda la superficie está cubierta de vegetación, destacando la enorme proliferación de acanto de las zonas más inclinadas, un acierto visual y plástico que forma un inmenso tapiz brillante e intenso. Donde la inclinación es menor, las superficies se han cubierto de cinta (Chrolophytum Comosum) o de arum italicum.
No faltan detalles sorprendentes, como el cementerio de los perros, donde se guardan varias losas de mármol que recuerdan a los animales más queridos de la casa con sus nombres, fechas y otros detalles asombrosos. Y como ejemplo, valga la placa de una cacatúa, que dice literalmente: “CATATUA. Vivió unos 140 años y perteneció a S.A.R la augusta abuela, de la madre de S.A.R el serenísimo Sr. Infante D. Antonio de Orleans.”
Entre las construcciones originarias del jardín destaca un fuerte o castillo que, perfectamente conservado, se utiliza actualmente como invernadero. Desde lejos parece enteramente un castillo de arena y recuerda el origen familiar del jardín, pensado para disfrute de los infantes y sus hijos. La azotea amurallada de este castillo ofrece la vista más buscada: la desembocadura y el coto de Doñana, que nos recuerdan que seguimos en Sanlúcar de Barrameda.