Seleccionar página

Historia y leyenda en Patones

Patones-vistaHistoria y leyenda
en Patones

Patones forma parte a ese grupo de poblaciones conocidas como “Pueblos de la arquitectura negra”. Salpicados entre las montañas de la Sierra de Ayllón, todos estos pueblos tienen en común el uso de la pizarra en sus construcciones. Este es el mineral predominante en las serranías del Sistema Central comprendidas entre las provincias de Guadalajara, Segovia y Madrid, comunidad a la que pertenece hoy Patones.

historia-patonesReyes y godos en Patones
Los Patones era el nombre por el que se conocía al pueblo hasta el siglo pasado aludiendo al apellido de los fundadores, la familia Patón, que se asentaron en las vertientes de la montaña en torno a 1550. Y al rey de Los Patones se refiere el mismo Carlos III en 1769 cuando se concede a Patones el título de aldea o lugar, quedando desde entonces independiente de la Villa de Uceda, de cuya jurisdicción dependía el pueblo. Porque Patones, poblado desde mucho antes, tuvo su propio rey, un rey de cuento, pues como tantas veces, la historia dio paso a la leyenda: vivían los moradores de esta aldea recóndita siguiendo costumbres ancestrales, dedicados al ganado, al monte y a la agricultura. Mantenían un habla primitiva y su tranquila convivencia se basaba en la obediencia a un rey justo que actuaba conforme a una forma de ley natural pacífica y tradicional.

Se hablaba de que los moradores de este reino utópico por su carácter y hablar primitivo asemejaban a los antiguos godos, pues su ubicación en las montañas, aislados y casi mimetizados con la propia naturaleza, les había librado de los ataques de las tropas musulmanas.

Los vecinos de la cercana Torrelaguna tuvieron documentación del Rey de Patones, un hombre mayor, algo encorvado que vestía sayón hasta los pies, capa y sombrero y que transportaba leña para venderla a los torrelagunenses, pues este rey trabajaba como los demás para su sustento. Y así, heredando el título de padres a hijos fue pasando el cetro de mano en mano hasta que, por decisión propia, el último rey abandonó su trono y sus súbditos hubieron de acogerse a la legislación de Uceda perdiendo con ello todas las prerrogativas de aquel reino singular.

Pero sin rey, siguió la leyenda y aún ahora se dice, aunque sin ninguna constancia histórica, que Patones fue el único pueblo de la sierra que no arrasaron los franceses en la guerra de la independencia. Aquí ni llegaron, dicen los patoneros, pues de nuevo, la ubicación, el aislamiento y la pizarra libraron al pueblo de ser atacado.

arquitectura-negra

Una arquitectura diferente
De aquellos tiempos y de aquella forma de vida un tanto autárquica quedan hoy numerosos vestigios. En la parte alta del pueblo, quizá la más interesante, destacan las cuevas que servían de cochiqueras y de fresqueras que están excavadas directamente en la roca. Junto a ellas, lo que parecen las ruinas de una antigua ciudad romana, son sin embargo un ejército de muros negruzcos prácticamente pegados unos a otros de lo que fueron tinados y arrenes. Las eras, construidas con losas de pizarra plana, se asoman ahora al valle formando auténticos balcones naturales.

era-casas-patones

Las viviendas se sitúan en la parte media, igual que la Iglesia y la plaza. El lavadero y la llamada fuente nueva, ambos de principios del siglo pasado, recogen la fina agua de los diversos ríos, arroyos y gargantas que discurren entre las vertientes de las laderas. Ambos fueron lugar de reunión de las mujeres y suponemos que, no por casualidad, frente a ellos se ubicó la taberna, centro de reunión de los hombres. (lavaderos de pueblo)

tinado-patones

«La guerra de los pinos»
Poco a poco fueron trasladándose los habitantes a las zonas bajas y llanas de la fértil vega del Jarama surgiendo tras la guerra civil el llamado Patones de abajo. Hacía ya algunas décadas que los habitantes de esta aldea habían visto pregonar su existencia a los cuatro vientos. Sus montes fueron acordonados con tubos de metal para calmar la sed de la gran ciudad y llevar hasta Madrid el agua del Atazar, uno de los embalses más importantes del Canal de Isabel II.

Pero los patoneros siguieron dando muestras de su carácter respetuoso por las tradiciones y protagonizaron en la década de los cuarenta la llamada “guerra de los pinos», en la que según cuentan, todos los mozos se levantaron contra las autoridades del Instituto Español de Repoblación para defender su modo de vida que, por entonces, eran principalmente las cabras. Poco consiguieron con su “levantamiento”, pues tras la intervención de la Guardia Civil solo quedaron de aquella lucha unos cuantos moratones en la cara del ingeniero encargado.

El éxodo hacia Patones de abajo permitió, no obstante, que se preservara el Patones antiguo, el de arriba, casi como hoy lo conocemos. Cada calle y cada rincón hablan de una historia de cuento y quizá, si observamos con atención, encontremos en algún patonero los rasgos y el carácter de aquellos pobladores de antaño descendientes directos de los godos. No en vano, los datos demográficos de la década de los setenta del siglo XX apuntaban que en Patones de arriba vivían doce habitantes “predominantemente rubios, de ojos claros y facciones correctas”. ¿No son estos acaso rasgos propios de los visigodos?

{gallery}Articulos/patones/galeria{/gallery}

Patones de arriba

El pueblo de Patones es Centro Turístico Regional declarado Bien de Interés Cultural, lo que implica la máxima protección a su patrimonio histórico artístico y natural.

{google_map}patones de arriba madrid{/google_map}

Olga Salvat