Cuando el verano llega a Pujerra
Igualeja y Pujerra son dos pequeños municipios de la serranía de Ronda, en la provincia de Málaga que viven para y por el castaño, fuente principal de su economía.
Este árbol, que prefiere las zonas de montaña, donde la inclinación del terreno dificulta la competencia con otras especies crea, en esta época del año, una transformación del paisaje, cubriendo de verde y amarillo claro la tierra oscura.
Andar durante unos minutos por la soledad de esta carretera de montaña te ayudará a integrarte más íntimamente en un ambiente de silencio, roto sólo por el zumbido sobrecogedor de miles, de cientos de miles de insectos, abejas sobre todo que, junto con el viento, realizan la fundamental misión de la polinización.
Muy de tarde en tarde algún vehículo interrumpe el silencio
Salpicando el terreno te encontrarás algún cerezo con sus frutos rojos a punto de ser recolectado con la llegada del verano.
Llegué a Pujerra justo el día después de sus fiestas patronales, San Antonio y encontré una explosión de color y de vida en cada rincón, en cada fachada blanca de cal resplandeciente.
Tiras de banderitas de papel adornaban sus calles, supervivientes de las fiestas recién acabadas.
Una pujerreña riega sus macetas con cariño y con esa monotonía que da la costumbre.
Hablo con ella y de sus palabras se desprende, más que afición, diría que la necesidad de vivir rodeada de flores. Una costumbre muy malagueña. Como si quisieran llenar de color toda la luz que les trae el Mediterráneo.
Toda la serranía malagueña es digna de ser conocida y aún mejor «vivida» pero este paseo a mediados de junio, temprano, en las primeras horas del día, cuando los rayos del sol, todavía jóvenes e inofensivos atraviesan las ramas verdes y sus flores, te dejará envuelto en una agradable sensación de paz y de armonía con la naturaleza.
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Un sevillano en la sierra